Leonard Cohen: mujeres, drogas, amor y mucha literatura

Leonard Cohen, con la famosa Marianne que inspiró la canción «So Long, Marianne»
Leonard Cohen: mujeres, drogas, amor y mucha literatura
  • Sylvie Simmons publica «Soy tu hombre, la vida de Leonard Cohen», apasionante biografía del artista canadiense

Leonard Cohen, hace casi un año, llegó a Oviedo para recibir el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, casi tan abrumado como el Woody Allen de bronce que preside una calle de la ciudad asturiana. Y tres días después, con su galardón en el bolsillo, dejó Vetusta con un halo de leyenda tras su paso. Rió, bebió, comió, disfrutó y hasta soltó alguna lágrima en esos días.

Casi ocheanta años (cumplió setenta y ocho el día 21), la larga vida de Cohen es un territorio en el que alguien debía aventurarse, y lo ha hecho la periodista Sylvie Simmons en «Soy tu hombre, la vida de Leonard Cohen» (Lumen) biografía detallada (exhaustiva, mejor) planteada con la ternura, la delicada tristeza y la sutil melancolía que el mismísimo Cohen pone en la partitura de sus canciones.

Simmons no va de fan enloquecida, aunque respete enormemente al «hombre del traje» y consigue con ello encandilar al lector y trazar el perfil de este hombre singular desde su infancia de niño culto y con posibles en una familia judía hasta su visita a Oviedo y la preparación de último disco, «Old ideas», que ahora presenta en España.
Viaje apasionante

Por el camino de estas setecientas páginas acompañamos a Cohen al Chelsea Hotel («una casa de muñecas en el límite de la realidad», según Patti Smith), a su persecución de Nico (siempre le dio calabazas), cantante de la Velvet y musa de Warhol, sus extraños encuentros con Dylan; sus bohemias estancias en la isla griega de Hydra donde pasó de soñar con ser escritor a convertirse en ello, su relación con otros músicos (Hendrix, Iggy Pop, Lou Reed, Crosby, Judy Collins, Joni MItchell…), el dolor desgarrador de las depresiones, su nacimiento como cantante (más por dinero que por otra cosa), su terror en los primeros días sobre los escenarios, sus frases rompedoras («la democracia mayor religión de Occidente»), su pasión por los hoteluchos sórdidos, sus años de politoxicómano (alcohol, speed, hachís), «su tiempo de aislamiento en un monasterio zen («los monjes son los marines del mundo espiritual»), sus cuatro meses al lado de su hijo Alan, en coma tras un accidente…

Una biografía nos sitúa mucho más cerca del poliédrico y polifacético ser humano que del mito, un hombre tremendamente complejo, amigo de la soledad (aunque no la haya practicado a menudo, dada su atávica querencia por las faldas), un creador que escrito sobre los grandes dramas del ser humano con la inmensa sabiduría de un profeta que ya en 1992 en su extraordinario «The future» vaticinaba en este diario: «El futuro es un crimen. El futuro es un monstruo que se ha instalado en nuestro corazón».

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