¿Nacemos drogadictos? II

Somos diferentes?
Somos diferentes?

Hoy, después de echar un vistazo por las redes sociales, me ha llamado la atención, la publicación de nuestra compañera Ohiana (vidadespuesdeladroga) (con mis máximos respetos) en el que aparecen las respuestas de la pregunta: ¿nacemos drogadictos? por parte genética de esta nuestra enfermedad. No quiero estar en discrepancia con nadie, porque si algo he aprendido en la vida, es que hay demasiados puntos de vista y no todos son correctos y viceversa, todos tienen algo de razón. Sin embargo, en la parte que nos compete hoy, la drogadicción o dependencia y, a raíz de la publicación de Ohiana, quiero publicar algo. No para aclarar puntos de vista, que esto sería como querer cerciorar de donde viene la especie humana, pues en la drogadicción, a penas se ponen de acuerdo los doctores científicos e investigadores, simplemente quiero aportar un poco más de información.

Espero que os guste la publicación, y si tenéis cualquier duda, comentarla y la estudiaremos.

Me he querido centrar en el alcoholismo por su fuerte implicación sistémica (la que detallo a continuación), también porque de todos es conocida la implicación de los tres factores: genética, psicológica y social. Además, es el principal detonante de las concomitantes y por ser una droga institucionalizada.

POSIBLES MARCADORES GENÉTICOS DE RIESGO PARA EL ALCOHOLISMO:

A lo largo de las últimas décadas, diferentes tipos de estudios han aportado evidencias indicativas de una posible implicación de factores hereditarios en el alcoholismo. De esta manera, estudios de familias han puesto de manifiesto que en el alcoholismo existe una elevada tendencia a la agregación familiar (predominio de factores consanguíneos de riesgo).

Algunos autores han llegado a la conclusión que el riesgo de padecer alcoholismo en los descendientes de alcohólicos es de 3 a 4 veces superior al del resto de la población, y que aproximadamente un tercio de los alcohólicos tiene un progenitor alcohólico (Cotton, 1979; Schuckit, 1986).

La mayoría de estudios demuestran que entre los gemelos monocigóticos la concordancia para el alcoholismo es significativamente superior a la que existe entre gemelos dicigóticos (Kaij, 1960; Pickens et al., 1991).

Los estudios de adopción llegan a la conclusión que el alcoholismo tiene una prevalencia 2,5 veces superior en sujetos adoptados cuyo padre biológico era alcohólico, en comparación con los sujetos de padre biológico no alcohólico (Goodwin et al., 1973; Cadoret et al., 1980, 1986).

Por otra parte, los estudios de asociación genética buscan genes cuya expresión fenotípica podría estar relacionada funcionalmente con la enfermedad en cuestión. Blum y otros autores propusieron la existencia de una asociación entre el alcoholismo y la presencia del alelo A1 del gen que codifica el receptor dopaminérgico D2 situado en el cromosoma 11 (Blum et al., 1990). Este trabajo ha desencadenado numerosas críticas y controversias (Gelernter et al., 1991).

Otros parámetros investigados en el área neurofisiológica han sido algunas características del EEG y de los potenciales evocados. En este sentido merecen destacar los trabajos de Begleiter y otros (1984) que fueron los primeros en proponer la disminución de la amplitud de la onda P300 como posible marcador fenotípico de riesgo genético para el desarrollo del alcoholismo, ya que encontraron que esta disminución estaba presente tanto en alcohólicos abstinentes durante largo tiempo, como en sus hijos prepúberes; trabajos que han sido replicados por investigadores en diversas universidades españolas (Díaz-Hurtado et al., 1990).

MECANISMOS MOLECULARES DE LA TOLERANCIA Y LA DEPENDENCIA ALCOHÓLICA

Existen dos hipótesis, la que implica al acetaldehído y la que implica directamente al alcohol a través de la modificación de las membranas neuronales.

HIPÓTESIS DEL ACETALDEHÍDO:

En caso de que el acetaldehído consiga atravesar la barrera hematoencefálica (BHE) y tenga acceso al sistema nervioso central (SNC), podrán tener lugar una serie de reacciones bioquímicas entre el acetaldehído y determinados neurotransmisores cerebrales como la dopamina (DA), la norepinefrina (NE) o la serotonina (5-HT), dando lugar a sustancias denominadas tetrahidroisoquinolinas en los dos primeros y betacarbolinas en el tercero, sustancias que tienen una cierta naturaleza opiácea y, en consecuencia, a partir de dicho punto, los mecanismos neurobiológicos de la dependencia al alcohol pueden explicarse de manera análoga a los de la dependencia a las sustancias opiáceas. De entre las sustancias de naturaleza opiácea que se forman en el SNC de los alcohólicos, merece especial mención la tetrahidropapaverolina que se forma por condensación entre la dopamina y su aldehído biógeno.

HIPÓTESIS DE LA ALTERACIÓN DE LA MEMBRANA NEURONAL:

Esta hipótesis plantea que la intoxicación etílica aguda ocasionaría un aumento de la fluidez de las membranas neuronales, que comportaría una alteración del funcionalismo del sistema nervioso. Así, la tolerancia que se generaría en los alcohólicos crónicos sería consecuencia de un cambio adaptativo de sus membranas que les conferiría una mayor resistencia a la acción fluidificante del alcohol.

La dependencia física del alcohol que presentan estos pacientes se justificaría porque sus membranas celulares son más rígidas y requieren el consumo de fluidificante, en este caso el alcohol, para llegar a un nivel de fluidez óptimo.

Cuando los alcohólicos dejan de beber, sus membranas se vuelven más rígidas con el consiguiente desequilibrio de todas sus funciones, dando lugar al síndrome de abstinencia. Según parece, los cambios en la fluidez de las membranas a las que nos hemos referido, podrían alterar determinados receptores de membrana y de manera especial al complejo macromolecular comprendido alrededor del canal del cloro y en el que existen receptores para el GABA, para las benzodiazepinas y para los barbitúricos (Suzdack et al., 1986).

Complejo macromolecular alrededor del canal del cloro Sánchez-Turet 1999a..png
Complejo macromolecular alrededor del canal del cloro Sánchez-Turet 1999a..png

De esta manera, a pesar de que el alcohol no posee un receptor específico para su acción, como ocurre por ejemplo con las benzodiazepinas, el GABA y los barbitúricos, comparte con estas sustancias el mecanismo de acción último en el sentido de que todas ellas acaban modificando el diámetro de los canales iónicos y más concretamente ensanchando los canales del cloro (facilitando con ello la entrada de ión cloro al interior de la célula) y reduciendo los canales del calcio (reduciéndose con ello la entrada de ión calcio hacia el interior de la membrana), lo cual comportará una disminución de la actividad funcional del tejido nervioso y, en este sentido, el alcohol compartiría los efectos hipnóticos y ansiolíticos de los barbitúricos y de las benzodiazepinas, sustancias con las que sabemos que establece fenómenos de tolerancia y dependencia cruzados y que en consecuencia podrían ser de utilidad en la desintoxicación alcohólica.

El mecanismo de neuroadaptación que se pone en marcha para contrarrestar los mecanismos moleculares mencionados consiste en la multiplicación de los canales del calcio, con lo que la mayor entrada de este ión hacia el interior de la célula disminuirá la hiperpolarización de la membrana que el alcohol había generado y se normalizará la actividad funcional, todo lo cual justificaría el fenómeno de la dependencia alcohólica.

Estas modificaciones neuronales justificarían también el síndrome de abstinencia, ya que al suspender la ingesta del alcohol y normalizarse los diámetros de los canales del cloro y del calcio, el mayor número de los canales del calcio ahora existentes facilitarían la despolarización de la membrana con el consiguiente incremento de la actividad funcional del sistema nervioso, que justificaría la sintomatología existente en el síndrome de abstinencia.

Desde la vertiente neurobiológica, estudios posteriores al de Suzdak demuestran que el alcohol ejerce su acción sobre los receptores GABAA (Mehta y Ticku, 1988), sobre los receptores NMDA (N-metil-d-aspartato) del glutamato (Hoffman, Rabe y Tabakoff, 1989; Lovinger, White y Weight, 1989) y sobre los receptores de la serotonina 5-HT3 (Lovinger, 1991), con la consiguiente alteración de las vías nerviosas que utilizan los mencionados neurotransmisores.

Por tanto, el alcohol etílico, es un agente tóxico con características biológicas xenobióticas. Es una sustancia cuya farmacocinética nos demuestra cómo los sistemas enzimáticos se organizan para destruirla una vez que ha sido introducida en el metabolismo.

Puede ser una sustancia capaz, por mecanismos complejos no totalmente dilucidados, de condicionar una intensa neuroadaptación, con tolerancia, finalmente manifestaciones de abstinencia y actuar modificando las conductas adaptativas y las habilidades sociales del bebedor.

Las modificaciones de los comportamientos son idénticas en cada sexo, pero se expresan, como en otras patologías, según las características socioculturales de cada genero.

La alteración conductual-comportamental modifica el entorno y la capacidad reactiva del mismo, va destruyendo paulatinamente las vinculaciones con el contexto. Lentamente la ingesta de bebidas alcohólicas es una prioridad de vida a pesar de las consecuencias negativas.

Todo este conjunto de modificaciones conductuales negativas, puede acompañarse de repercusiones sobre la salud física, detectables por los indicadores biológicos o que se expresan por signos y síntomas específicos según el órgano o sistema (hepatitis alcohólica, pancreatitis, delirium, etc.)

La aplicación de un programa multimodal e interdisciplinar, que tenga en cuenta los factores biofarmacológicos y las consecuencias tóxicas sobre órganos y sistemas; las modificaciones negativas que el paciente sufre a nivel, psicológico, en ocasiones psiquiátrico, la afectación del entorno (familiar, laboral/profesional, etc.) y las consecuencias sociales leves o graves (divorcio, violencia intrafamiliar, marginación, etc.) es posible, si se emplea como eje terapéutico la terapia de grupo en sus distintas modalidades, que permite a su vez un control de las enfermedades orgánicas secundarias si están presentes, psicoterapia individual del afectado o de la codependencia, psicoterapia de pareja, psicoterapia con la familia y un seguimiento adecuado de todo el proceso socioterapéutico. Este tipo de programa permite una aproximación a la realidad bio–psico–social de la (EAP) enfermedad alcohólica primaria / síndrome de dependencia del alcohol (SDA) e incluso un abordaje coherente de los posibles trastornos duales o de comorbilidad.

En conclusión, ni los propios científicos, doctores y demás profesionales implicados se ponen de acuerdo y son incapaces de aseverar ni desmentir la implicación genética. Pero no es menos cierto, como ya hemos visto que hay implicaciones bio-psico-social, en las que, para el tratamiento del alcoholismo y demás sustancias sí están todas como una unidad a tratar: sin el abordaje de alguno de los conceptos, no se puede asegurar un tratamiento eficaz y sin riesgos físicos para el paciente.

Alx

Bibliografía:

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CADORET, R. J.; TROUGHTON, E.; O’GORMAN, T. W. et al. (1986) “An adoption study of genetic and environmental factors in drug abuse”, Arch. G. Psychiatry. Núm. 43, pág. 1131-1136.

CIE-10 (1992) Clasificación Internacional de las Enfermedades. Trastornos Mentales y del Comportamiento. Décima Revisión. OMS. Edición en español. Madrid: Meditor.

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MOD2-SUSTANCIAS: DESCRIPCIÓN, PATOLOGÍA Y TERAPÉUTICA. Master en drogodependencias IL3. Barcelona 2010-2012

2 comentarios en “¿Nacemos drogadictos? II

  1. Interesantísimo artículo al que cabría añadir los estudios sobre alelos responsables de la producción de enzimas alcohol deshidrogenasa y aldehído deshidrogenasa. Estos enzimas están presentes en la metabolización del etanol, y de sus diferentes proporciones se derivan consecuencias que pueden explicar también la instauración de la dependencia alcohólica.

  2. La evidencia clínica permite acercarnos al conocimiento del papel que juegan las enzimas metabolizadoras del alcohol en las múltiples consecuencias clínicas que se asocian al síndrome de dependencia alcohólica. Estas siempre serán bien aceptadas, pues, como supongo sabrá, no hay certidumbre en ninguna de las hipótesis.

    Gracias por el aporte

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