Colin Farrell: “Estuve cerca de terminar tirado en la calle como un drogadicto”

Colin Farrell: "Estuve cerca de terminar tirado en la calle como un drogadicto"
Colin Farrell: "Estuve cerca de terminar tirado en la calle como un drogadicto"
  • Existen, al menos, tres versiones distintas de Colin Farrell. Está el salvaje, capaz de decir que «la heroína es buena con moderación». Está el Farrell al que Pacino llamó el mejor actor de su generación.

El que fue descubierto por Kevin Spacey en un teatro londinense y el que convenció con su talento y su pose de tipo duro a Spielberg (Minority Report), a Oliver Stone (Alejandro Magno) y hasta a Woody Allen (El sueño de Cassandra). Y está el actor irlandés de 36 años que habla con devoción de su madre y sus hermanas, que dice que sus hijos le han cambiado la vida, que dejó de fumar hace cinco años y que decidió darse una nueva oportunidad ingresando en 2005 en una clínica de rehabilitación. Cuando nos encontramos con él en Berlín, donde estaba promocionando el remake de Desafío total (estreno, el 14 de septiembre), comprobamos que del primer Farrell solo quedan los vestigios estéticos: un par de tatuajes que asoman por debajo de las mangas de su camisa, dos pendientes, el pelo engominado, la percha de tipo apuesto y peligroso y su tendencia a decir tacos. Por lo demás está claro que se ha reinventado.

XLSemanal. La palabra remake pone en guardia a cualquiera. ¿Por qué aceptó este papel?

Colin Farrell. Hacía siete años que no rodaba una cinta de acción y buscaba un papel más light tras varios roles dramáticos. Y cuando hablé con el director, Len Wiseman, sentí que no era un ‘corta y pega’ ni una mera repetición del original.

XL. ¿Creció con un póster de Schwarzenegger colgado en la pared de su habitación?

C.F. No, tenía un póster de Marilyn Monroe. Preferí consagrar mi pared a ella [risas]. Pero me encantaba Schwarzenegger. Cuando era un crío, vi todas sus películas. Era increíblemente carismático.

XL. La película pinta un futuro desolador donde el ser humano ha aniquilado el planeta. ¿Es solo ciencia ficción o una parábola de lo que nos espera como especie?

C.F. Es una visión muy negra del futuro, pero solo hay que observar el mundo para darnos cuenta de que tampoco estamos tan lejos de esa realidad. Esa es una de las virtudes de la ciencia ficción: te muestra el presente disfrazándolo de futuro para aliviar la presión. De todos modos no es una preocupación contemporánea eso de que el futuro es un lugar aterrador. Es fácil mirar a tu alrededor y ver que, tal y como nos tratamos los unos a los otros, la situación solo puede ir a peor. Pero justo cuando piensas que estamos asomándonos al precipicio, entonces damos media vuelta. Supongo que los humanos tendemos a hacer eso de vez en cuando.

XL. ¿Cree que también nosotros vivimos anestesiados en una sociedad donde impera la manipulación de políticos y poderosos?

C.F. Quizá tampoco somos tan libres como pensamos. Quizá estamos demasiado preocupados por el tipo de persona que tenemos que ser o el aspecto que debemos tener. Hay muchas formas sutiles en las que nuestra libertad está cercenada.

XL. Su personaje quiere ser un espía para evitar una existencia mundana. ¿Es esa también la razón por la que alguien se hace actor?

C.F. Probablemente. Aunque yo, en realidad, nunca quise ser actor. Para mí, actuar es una forma de mantenerme en contacto con mi imaginación y mi voz interior. Creo que son dos cosas a las que renunciamos demasiado pronto para emprender el viaje hacia la vida adulta. Y es una lástima. Por eso, actuar es algo muy infantil para mí. Luego puedes añadirle toda la seriedad y la psicología y las montañas de dinero y los temas sesudos que quieras, pero solo puedes resultar creíble si eres capaz de ponerte en contacto con ese aspecto de ti mismo que en muchos casos está condenado a desaparecer. Y lo entiendo. Hay oficios duros y mucha gente que odia su trabajo y supongo que dejar escapar los sueños y la imaginación es un simple mecanismo de supervivencia para ellos.

XL. «Todo el mundo me conoce, excepto yo mismo», dice su personaje. Esa es la impresión que dan a veces las estrellas de Hollywood, confundidos por su propia fama…

C.F. Para mí es al revés: nadie me conoce como yo. Tengo una cara reconocible y entiendo que mucha gente piense que me conoce solo porque me ha visto en el cine. A mí también me ha pasado cuando he tenido que trabajar con actores a los que admiraba. Al Pacino, por ejemplo. Cuando lo conocí, tuve que reprimir el impulso de darle un abrazo como si fuera mi amigo y componer una pose profesional, extender la mano y decir: «Hola, encantado». Es un reflejo muy humano.

XL. Otra frase lapidaria. «No sé quién era, pero sé quién soy ahora». ¿Se puede aplicar el cuento Colin Farrell?

C.F. Siempre tratas de tener un mejor entendimiento de quién eres como individuo. La lógica convencional, e incluso la abstracta, diría que cuanta más experiencia tienes, más confianza deberías tener. Pero a su vez, cuanto más lejos llegas, más te alejas de tu esencia como persona. Para cuando tienes 12 o 13 años hay cosas que están tan fijadas en tu personalidad que las identificas como lo que tú eres, pero quizá no eres tú, sino un compendio de herramientas que simplemente te ayudan a sobrevivir en este mundo.

XL. Supongo que Hollywood no ayuda mucho en ese proceso introspectivo, que solo aumenta la confusión…

C.F. Al contrario. Hollywood te permite ser quien realmente quieres ser. Es extraño y contradictorio porque es un sitio que está construido sobre la idea de la belleza y el éxito, pero también es un sitio en el que se perdona y no se juzga…

XL. ¿En serio? Desde fuera parece todo lo contrario…

C.F. ¡Sí! En Los Ángeles tienes de todo: surferos, economistas, bohemios, fanáticos del fitness, yonquis, borrachos… ¡Puedes ser lo que tú quieras! Y encontrarás tu hueco, tu comunidad en la que nadie te juzga. Y puedes reinventarte tantas veces como quieras.

XL. ¿Usted se siente reinventado?

C.F. Si lo he hecho, desde luego no le voy a conceder a Hollywood ningún mérito. Si yo no hubiera hecho ciertos cambios en mi vida, estaría sin trabajo tirado en Skid Row (un barrio de Los Ángeles donde solo viven vagabundos y toxicómanos) y viviría como un drogadicto.

XL. ¿En serio piensa que habría acabado así?

C.F. Por supuesto. Eso podría haber ocurrido por la forma en la que vivía antes y los hábitos que tenía… Llegas a Hollywood, conquistas el éxito y la gente piensa que ese es el problema, y no es verdad. Hollywood me dio la oportunidad de salirme con la mía, pero fui yo quien hizo aquellas cosas. Yo soy el único responsable.

XL. Pero supo ponerle remedio y pidió ayuda a tiempo…

C.F. Tuve la oportunidad de alejarme de todo eso. Y tuve el dinero para pisar el freno e irme lejos… Y cuando salí de allí, tenía una casa preciosa esperándome y el dinero que me permitió no tener que trabajar si lo único que quería hacer era ocuparme de mí mismo.

XL. Obviamente ya no es esa persona, pero en cada artículo que se escribe sobre usted se menciona aquel pasado salvaje. ¿Le molesta?

C.F. No. Simplemente es mala suerte que muchas de las cosas que he hecho o dicho en los últimos diez años estén grabadas [risas]. Cuando vuelvo a leer algunas de las cosas que dije…

XL. Bueno, seguro que hizo a más de un periodista feliz con aquellos titulares…

C.F. ¡Eso seguro! Pero por cada periodista que hice feliz, hice desgraciada a mi madre. El problema es que puede que, cuando salga por esa puerta, ya no esté de acuerdo con algo que he dicho en esta entrevista. Pero para entonces ya eres prisionero de tus palabras. Lo entiendo y lo acepto. Y estoy en paz con las cosas que he dicho en el pasado. Simplemente, ahora vivo una vida muy diferente.

XL. Ahora que menciona a su madre, siempre dice que es un niño de mamá…

C.F. Sí, lo soy. Yo nunca fui un niño fácil y ella siempre me ha apoyado y me ha querido. Y siempre tuvo mucha fe en mí. Además, me gusta como persona. Somos buenos amigos. Ahora está orgullosa de mí. Al principio guardaba todo lo que salía en la prensa sobre mí. Luego dejó de hacerlo durante seis o siete años [risas]. Creo que ahora vuelve a ser una afición saludable para ella [risas].

XL. Es padre de dos hijos. ¿Cómo ha cambiado la paternidad su forma de ver la vida?

C.F. Tan pronto como intentas verbalizar este tipo de cosas, su significado se desvanece. Antes vivía por y para mí y, cuando tienes hijos, dejas de hacerlo. Pero es un sacrificio estupendo. No me lamento. La paternidad ha hecho mi vida mucho más interesante.

XL. Dice que ser irlandés ha marcado su carácter. ¿Por qué lo define tanto?

C.F. No creo que me defina, pero es cierto que soy irlandés hasta la médula y que es una parte importante de quien soy. Hay cierto lirismo, generosidad y espíritu que reconozco en mi gente y que amo y respeto profundamente.

XL. Ahora, su país vuelve a estar en la encrucijada debido al rescate económico. ¿Qué piensa de la situación?

C.F. ¡Es indignante! Creo que unos pocos malditos idiotas nos han metido en esta y ahora estamos pagando el precio de la negligencia y la codicia de hombres de negocios y brókeres inmobiliarios. No se puede explicar lo ocurrido diciendo que mucha gente estaba demasiado endeudada cuando no podía permitírselo… ¡No tenían ni idea de lo que estaban haciendo! La avaricia y la relación entre el poder y el dinero siempre han destruido a los hombres, y seguirán haciéndolo.

XL. Me sorprendió leer que tenía una estrecha amistad con Elizabeth Taylor y que usted fue una de las pocas personas ajenas a su familia que acudió a su funeral.

C.F. A mí todavía me sorprende, la verdad…

XL. ¿Cómo se conocieron?

C.F. Conocí a unos amigos suyos en un hospital donde ella estaba siendo intervenida. Al día siguiente llamé a mi publicista para que le enviara flores y me dijo: «Ella te ha enviado un ramo a ti». Venía con una nota en la que me felicitaba por el nacimiento de mi hijo. Yo no podía creerlo. Le pregunté a mi publicista si podría conocerla y unos días más tarde Elizabeth me invitó a cenar a su casa. Y así nos hicimos amigos en el último año y medio de su vida. Fue increíble. Nos reíamos mucho. Tenía un sentido del humor muy ácido. La quería mucho y la echo de menos.

XLSemanal

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